Esperanza mía y castillo mío

ESPERANZA MÍA Y CASTILLO MÍO

Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en él confiaré.

Al estar viendo esta hacienda que tiene rocas que datan de más de dos siglos, veo como están todavía permaneciendo firmes, sosteniendo la estructura, me recuerdo: ¿Qué es lo que nos sostiene a nosotros?

Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en él confiaré. Salmo 91:2

Eso me trae a la mente la importancia de saber en qué estamos confiados, en qué tenemos nuestra identidad.

Nuestra identidad no puede estar basada en nada, ni en nadie que podamos perder o que nos pueda ser arrebatado, es más ni aun en tu esposo o esposa, porque un día te puede ser arrebatado.

Tu esperanza, tu identidad no puede estar dictada por el dinero porque un día puede estar, otro día no, te lo pueden robar o lo puedes perder.

La identidad y la confianza no puede estar tampoco basada en las modas, porque estas cambian, entonces si mi forma de vestir es lo que me da identidad y después eso cambió: ¿Dónde está mi identidad, dónde está mi confianza?

No puede estar basada en las filosofías puesto que estas evolucionan, es más, ni aun en la ciencia, porque la ciencia va evolucionando, cada día se va expandiendo y lo que antes se decía que era una verdad, ahora sucede que no era así.

Entonces nuestra confianza y nuestra identidad como seres humanos debe estar basada en que somos hijos de Dios, Dios no cambia, Dios es el mismo de ayer de hoy y de siempre, por eso decía el Salmista:

Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en él confiaré. Salmo 91:2

Ahí está mi identidad y mi confianza y como estas rocas que tienen siglos, han permanecido, nosotros permaneceremos cuando ponemos a Dios como nuestro fundamento, nuestra confianza.